Llevo ya un tiempo, escaneando todas las fotos que tenía en papel, es decir, las de carrete de toda la vida, por aquello de tenerlas en varios formatos y sitios por si se echan a perder con el tiempo. Y la, verdad, me alegro bastante, pues hay muchas en las que el inexorable paso de los años ya empiezan a notáresele. Las hay de todos los gustos: de carnet típicas en las que algún sujeto que otro sale con cara de pipiolo, las típicas familiares de buenos recuerdos en los que siempre está aquella persona o mascota que hoy en día no se encuentra entre nosotros, o aquellas entre amigos, de una noche de juerga, o antes de un partido de fútbol. Sobre estas últimas ha habido evoluciones, cambios a peor, y no me refiero al que está más calvo o más gordo, que eso es ya evidente, sino en los posado, ya que antes todo el mundo salía en las imágenes con el brazo sobre el hombro del colega, y todos sonriendo, salvo el sieso del grupo, todo lo más algún gracioso le ponía los cuernos con la mano al de al lado. Hoy no, actualmente la gente, ya sean pibitos de instituto o sesentones con más arrugas que la camisa de un borracho, salen con unas caras y unas poses de lo más variado: a lo modelo, con los dedos con el símbolo de la victoria, morritos como si fuera a besar, pose a lo escritor intelectual, con cara de sorprendido/a, guiñando un ojo, enseñando la pierna como si fuera un jamón de Navidul, etc. Algo que si ya empezó a darse por el 2.008, con la llegada de las antiguamente llamadas autofotos, actualmente selfies, se ha incrementado a pasos agigantados, dando ya por hecho, de que esta sociedad está enferma de ego, complejos escondidos y sandez supina.
Pero no es de la estupidez de la sociedad de la imagen de la que vengo a hablar hoy. Sino de aquellas misteriosas fotos en las que hay alguien con quien uno no contaba, esa digna de llevar a Cuarto Milenio, para que Iker Jiménez y Carmen Porter las analicen si lo que hay es un fantasma vengativo que busca chupar cámara en la foto típica de colegas en plan juerga a la americana. Y no, no suele ser un espíritu, ni nada sobrenatural (aunque eso se puede discutir), es alguien de carne y hueso, normalmente un trozo de carne con ojos. Pero claro, aunque actualmente tengamos doscientos millones de fotos digitales, en aquellas anteriores al 2.004, es decir, las de carrete, uno ya no tiene tanta memoria para saber quien cojo(lago)nes sale en todas las fotos que os hicisteis en aquella noche de juerga. Así que por lo general, uno acude a preguntar a todos los que estaban presentes en aquellas, si logra encontrarlos después de tantos años. Casi ninguno sabe quien narices es, hasta que da con alguien que sí:
- Sí, hombre...es el primo de Madrid del Juan Pedro, que vino ese verano.
- Aaaah, ¿Y quien es Juan Pedro?
- El borrachín del bar. Por cierto...¿y que hace el primo en todas las fotos?
- Pues no sé, y no sé tampoco porque no sale el Juan Pedro.
- Porque estaba durmiendo la mona en el sofá del bar...
- Todo explicado, ahora que alguien me aclare quien es el Juan Pedro de las narices.
- Sí, es el calvo que sale en estas otras fotos.
- No, ese no, ese es el sieso del dueño del bar, que nos echo aquella noche que no paraba de llover.
- Aaaah, entonces, es el de los pelos rizados de al lado.
- Pues ese será.
- ¿Y por qué sale el primo en todas las fotos?
¿Por qué?, ¿por qué?, ¿por qué?, que diría Mourinho. No se sabe, y probablemente, nos vayamos a la tumba sin saberlo. Pero no todo queda en aquellas noches de juerga, en los partidos de fútbol siempre sale en la foto ese otro primo de Barcelona del Jonathan que vino a jugar aquel día y que aunque era más malo que Danilo, le pasábamos siempre la pelota por aquello de la cortesía. Otros casos son las bodas o las comuniones, ¿quien no ha visto fotos en las que uno posa sonriente y con toda confianza con otro que no sabe de quien narices se trata?. Una vez más, trabajo de investigación, si la cosa se pone cruda llamamos a Jordi Évole, pero creo, que incluso a él, el trabajo le viene grande. Al final te lo aclara quien sea, normalmente tu mujer, que se acuerda de todo el mundo, y te comenta que ese era el primo segundo del marido de la prima tercera de tu madre, aquel que te vio una vez de pequeño cuando fuiste a verlo, porque andabais de paso por Badajoz. Y en el caso de tu propia boda, la cosa es peor, con el paso del tiempo, uno ve las fotos, y vuelve la pregunta: ¿y quien cara(de)ajo es éste que sale con todas las confianzas conmigo?. Pues una vez más, tu mujer te lo aclara, era el novio de tu prima Paca, que cortó con ella meses después. Pues ya había podido haberlo hecho antes, y nos hubiéramos ahorrado un cubierto. Y es que el mundo, señores, está lleno de gorrones, chupacámaras y jetas dispuesto a robarte los langostinos mientras suena la marcha nupcial y los novios entran con toda pomposidad. En nosotros está el detectarlos, para evitar quebraderos posteriores de cabeza, pero está jodido, porque son lobos solitarios, y están preparados para actuar cuando la situación lo requiera. Porca miseria.
Pd: Las situaciones son reales, los nombres de los alcohólicos y los gorrones no, así que si se siente identificado, es porque ajos comes. Ningún borracho ha resultado herido en la realización del artículo.
Noche mítica, y era para un ratito... |