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miércoles, 31 de julio de 2013

La cueva del pirata

 Hoy me voy a acostar patriota...ya que mañana empiezo las vacaciones, puedo decir aquello de ¡Viva España!. Pero me voy a quedar con ¡Gibraltar, Malvinas, de España y Argentina!. Pues las últimas noticias que vienen del peñón son de una molestia constante de los llanitos hacia lo español, así que convengo en hablar del tema. Y porqué pienso que el Gobierno español debe cerrar de una puñetera vez la Verja, y los "british arsa quillos" se coman a sus obesos monos. Y se beban sus aguas territoriales. No piensen que soy un fascista redomado. Lo que no soy es gilipollas. Y si nosotros ponemos la buena voluntad, y las mejillas,  una vez tras otra, y la cosa sigue siendo hostilidad continuada...ya va siendo hora de que seamos nosotros los que pongamos el puño sobre la mesa. 

 He de decir que he estado en Gibraltar, y el trato por su población es excelente hacia el foráneo. Pero una cosa es la población, y otra la diplomacia, y es aquí donde España debe actuar. No es de recibo que los españoles nos vendamos por cuatro migas de pan, porque es eso lo que hacemos. Que el Alcalde de Tarifa venda arena de Valdevaqueros al Gobierno de la colonia, para hacerse una playa artificial que perdieron tras un relleno en aguas españolas...manda huevos. Que los constructores les den escombros, o les vendan cemento...manda huevos. Que les dejemos tener segundas residencias cuando un español no puede vivir en la "city"...manda huevos. Que haya españoles, muchos militares, que trafiquen con tabaco de Gibraltar...manda muchos huevos. Que el Real Madrid esté patrocinado por Bwin...manda huevos. Que haya empresas españolas que tengan sede social y/o cuentas bancarias en la "city"...manda huevos. Y que la imbécil de la alcaldesa de La Linea le de la razón a los gibraltareños, en vez de a sus pescadores, por las "inhumanas" retenciones, para así ir en contra del gobierno de signo político contrario...manda huevos. Porque me da igual que sean españoles o de la Conchinchina, si tienen siete horas de retenciones diarias, se le quita las ganas a todo el mundo de ir a echar el día al nido de piratas malintencionados que es Gibraltar. 

 Porque hemos sido tolerantes, y todavía siguen poniendo como excusa lo traumático del "cierre de una Verja" que ya ni se recuerda. Es el momento de hacer que los llanitos malvendan sus chalets, prohibiéndoles su presencia en España sino es de visita, de inhabilitar al alcalde de Tarifa y la de La Linea por poner prioridad a sus intereses antes que a los de los de su nación (lo que para mí es una traición a la patria), que es para la que se suponen, juraron su cargo. Es hora de "cerrarles" la Verja con continuas colas en su entrada, prohibiendo la entrada a todo tipo de camiones y furgonetas de transporte. Es el momento de terminar el arrecife, con pinchos, que ellos mismos están creando, para cerrarles su puerto y que no pueda entrar ningún buque más por Gibraltar, dando a cambio las aguas territoriales, pero sin acceso. ¿Quieren más?. Y si Reino Unido dice que la soberanía no se discute. Está claro, fuera embajadores, y pérdida de relaciones diplomáticas con las Islas. Primero España, luego el trozo de tarta que cada uno quiera sacar. Fin.

Imagen de una calle gibraltareña.

domingo, 21 de julio de 2013

El guardián de los números del pasado.

Tengo un Android, me enteré ayer de que era eso mismo, y por casualidad, cerca de un año teniendo el "bicho", y resulta que anoche en una cena me dijeron que eso, era un Android, Huawei, pero Android al fin y al cabo. Pero he tenido Nokia, Sony Ericksson, LG, creo que también, y por supuesto, como en mi cabeza ya peinan canas, he llegado a tener los famosos Motorolas ladrillos de finales de los noventa con los que se le pegaban dos ostias, a modo de porra, con la antena, o con el propio teléfono, a aquel que te tocaba las narices. Esos eran los mejores, duros como una piedra; y uno en invierno, llevaba el mamotreto en el bolsillo del chaquetón (plumas horteras, de colores chillones, para más señas); pero infeliz de mí, que en verano, para salir con mis amigos lo llevaba en el mismo bolsillo del pantalón que llevaba las llaves (en el otro estaba la cartera), y tenía todavía la inocencia de pensar: espero que no se note...pues menos mal.

 De aquella todavía me queda algo más que el recuerdo, es decir, la tarjeta SIM, de las narices. Que guarda los números que a ella le da la gana. Y que se pasa por el forro de su microchip aquellos que son los más necesarios para ti. Uno se pasa a mirar los contactos de su teléfono, y se encuentra con una cantidad ingente de números patera que ya ni utiliza, ni utilizará, por el hecho de que, a lo mejor, ya ni existen. Porque esa es otra, hubo una época, precrisis, en la que el personal cambiaba de móviles, contratos, y de BMWs, como yo cambiaba de gayumbos. Pero también uno es que guarda y/o copia números, que son para una temporada, y después no los borra: el que te da el comercial de turno, el fontanero del seguro que en sus ratos libres pasa pero cobrando en negro, el del compañero de trabajo que vino a hacer una sustitución de dos días, el de la amiga fea y coñazo de la piba que te gustaba en la universidad, el del tío que te llevaba en coche a la universidad, el de ese gimnasio que nunca pisastes después de pagar la primera cuota... También de los típicos amigos de pandillas de pibitos, esos que pasan dos meses y no volvistes a saber de ellos hasta que nació el Facebook.

 Yo llegué a tener un contacto al que denominé "fulanita tonta y fea", y de otra empresa para la que trabajé que llamé "Mierda G....S.A.". Hasta que llegué a pensar que si nunca más iba a utilizarlos, ¿que narices hacían ahí?. Los borré, pero la pesadilla volvió cuando cambié de móvil: los eliminé del teléfono, pero no de la tarjeta SIM de los coj... por lo que la pesadilla me perseguía una y otra vez. Todavía guardo algún número de aquellos tiempos de mi primer móvil, que sin Whatsapp ni nada parecido, uno se comunicaba a base de toques, uno tras otro hasta que acababa tocando las narices de todo vecino, por el pesado de turno que no paraba, hasta entrar en la madrugada. Otro que veía crónicas marcianas, aunque lo negara...

Mi primer móvil...