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domingo, 21 de julio de 2013

El guardián de los números del pasado.

Tengo un Android, me enteré ayer de que era eso mismo, y por casualidad, cerca de un año teniendo el "bicho", y resulta que anoche en una cena me dijeron que eso, era un Android, Huawei, pero Android al fin y al cabo. Pero he tenido Nokia, Sony Ericksson, LG, creo que también, y por supuesto, como en mi cabeza ya peinan canas, he llegado a tener los famosos Motorolas ladrillos de finales de los noventa con los que se le pegaban dos ostias, a modo de porra, con la antena, o con el propio teléfono, a aquel que te tocaba las narices. Esos eran los mejores, duros como una piedra; y uno en invierno, llevaba el mamotreto en el bolsillo del chaquetón (plumas horteras, de colores chillones, para más señas); pero infeliz de mí, que en verano, para salir con mis amigos lo llevaba en el mismo bolsillo del pantalón que llevaba las llaves (en el otro estaba la cartera), y tenía todavía la inocencia de pensar: espero que no se note...pues menos mal.

 De aquella todavía me queda algo más que el recuerdo, es decir, la tarjeta SIM, de las narices. Que guarda los números que a ella le da la gana. Y que se pasa por el forro de su microchip aquellos que son los más necesarios para ti. Uno se pasa a mirar los contactos de su teléfono, y se encuentra con una cantidad ingente de números patera que ya ni utiliza, ni utilizará, por el hecho de que, a lo mejor, ya ni existen. Porque esa es otra, hubo una época, precrisis, en la que el personal cambiaba de móviles, contratos, y de BMWs, como yo cambiaba de gayumbos. Pero también uno es que guarda y/o copia números, que son para una temporada, y después no los borra: el que te da el comercial de turno, el fontanero del seguro que en sus ratos libres pasa pero cobrando en negro, el del compañero de trabajo que vino a hacer una sustitución de dos días, el de la amiga fea y coñazo de la piba que te gustaba en la universidad, el del tío que te llevaba en coche a la universidad, el de ese gimnasio que nunca pisastes después de pagar la primera cuota... También de los típicos amigos de pandillas de pibitos, esos que pasan dos meses y no volvistes a saber de ellos hasta que nació el Facebook.

 Yo llegué a tener un contacto al que denominé "fulanita tonta y fea", y de otra empresa para la que trabajé que llamé "Mierda G....S.A.". Hasta que llegué a pensar que si nunca más iba a utilizarlos, ¿que narices hacían ahí?. Los borré, pero la pesadilla volvió cuando cambié de móvil: los eliminé del teléfono, pero no de la tarjeta SIM de los coj... por lo que la pesadilla me perseguía una y otra vez. Todavía guardo algún número de aquellos tiempos de mi primer móvil, que sin Whatsapp ni nada parecido, uno se comunicaba a base de toques, uno tras otro hasta que acababa tocando las narices de todo vecino, por el pesado de turno que no paraba, hasta entrar en la madrugada. Otro que veía crónicas marcianas, aunque lo negara...

Mi primer móvil...

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