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domingo, 6 de agosto de 2017

Las fiestas que digan...

 A vueltas otra vez una vez más con las fiestas y ferias, en este año es novedad la Feria del Carmen y de la Sal de San Fernando, que cada vez va a menos, y que según algún entendido que otro, se debe a que la fecha no es la correcta desde hace un par de siglos, que en julio no se gana dinero como sí se haría en septiembre, ya que, argumentan, el problema es que las casetas se borran porque no ganan un duro para tanto sacrificio, a causa de que por el calor, la gente sólo vaya de noche a tomar algo. Total, que en vez de la feria del Carmen y de la Sal, sería la de las Cortes y las bombitas que tiran los Fanfarrones. Y en lugar de ir de salinero/a, habrá que ir disfrazado de soldado. Hay muchos que se encuentran en contra, contestando que si eso se debe a la crisis, a los levantes de los últimos años del cambio climático, a la expansión de los cerdos vietnamitas o de la tórtola turca... motivos, los que cada uno quiera. Pero la verdad es mucho más sencilla, y te lo podrá decir cualquier cofradía, peña, clubes deportivos o no, parroquias, empresas, bares, pubs o universidades que hayan puesto alguna vez una caseta en la feria isleña (cuando había cuatro calles). Desde mediados de la década del 2.000, es más barato comprarse un piso en los Delfines de Cádiz que pagar el montaje y alquiler de una semana para ganar doscientos euros, que se logran más cómodamente, o más del doble, en una verbena de barrio, o postulando por ahí. Eso por no hablar del tema "voy a complicarles la vida" en asuntos burocráticos y de seguridad. Vamos, lo que se dice, vamos a dar todo el porculo del mundo para poder sacar más dinero para las arcas municipales y así chupar del bote, más de lo mismo, que con los aparcamientos en los centros urbanos o en la playa. Al final va a resultar, que como los conductores, los que montan las casetas en la feria van a ser culpables de todo, hasta del toro que mató a Manolete, y que las multitas y los impuestillos de más, es por nuestro bien, que conste...

 A cuenta, precisamente, de las Fiestas de las Cortes de San Fernando, es realmente, por lo que escribo el presente artículo, porque como muchos isleños que peinamos ya canas, sabemos que dicha fiesta no existía antes del año 2.001, o 2.002, no recuerdo bien, y que fue un as de la manga que se sacó el alcalde Antonio Moreno, en teoría, para ir preparándonos para los "tremendos" fastos del Bicentenario, en los que nuestra ciudad iba a ser lo más importante del mundo mundial. Antes de ello, la principal fiesta municipal era la Romería del Cerro, celebrando una tradición, tampoco muy fundamentada, en la que en dicho monte, se decapitó a los santos Servando y Germán. No obstante, se trataba de un día familiar, de campo o playa en el que parentela y amigos se lo pasaban bien comiendo castañas asadas y bocadillos. En cambio en el día de las Cortes, todo es por invitación, para políticos y adláteres, y apenas hay nada, bueno sí, mucha gente dando vueltas para un lado y otro de la Calle Real, sin saber que hacer... Pero que a diferencia, de la anterior, aquí el público se gasta el dinero en los bares, que se forran, y no como en la citada romería, en la que sólo ganaban guita los castañeros, y los fruteros que vendían las patatas para las tortillas. 

  Lo que me quiero referir con éste ejemplo, es como, a lo tonto, los políticos y empresarios nos están haciendo la cama. Y nos dirigen como nos tenemos que divertir y como no. Por supuesto, no hablo de una conspiración judeomasónica, sino de pura y simple rentabilidad, en un país con tanta gente chupando del bote, las fiestas no sirven ya, que sean por devoción o manifestación popular, como han sido siempre, sino auténtica mercadotecnia y absoluta rentabilidad económica, hay que ganar mucha pasta, y darle coba al personal. Analicen a su pueblo, y a los de los alrededores, y se darán cuenta de que todos, se están convirtiendo en un parque temático para turistas o locales. Pero sobre todo, buscando atraer al foráneo, con las típicas ferias de la tapa, del atún, del bacalao, del estero, de las salchipapas, etc. Que consisten en que los distintos establecimientos hosteleros montan pequeños puestos en un recinto donde te cobran más caro por una misma tapa, y una misma cerveza que te podías tomar sentado, sin apreturas, sin música a toda leche, con camarero, y con unos vasos, platos y cubiertos que no sean de plástico. Otros festejos que se imponen en todas las localidades son los mercados medievales, celtas, romanos, andalusíes, barrocos, etc. que resultan ser iguales en todos lados, porque de hecho, son los mismos hippies que recurren a diferentes disfraces según la ocasión, sea en Porriño o en Ayamonte, y que por supuesto, como en las anteriores ferias mencionadas, te lo cobran todo, a precio de Puerto Banús. Otros recursos muy frecuentes por los alcaldes y empresarios en estos tiempos de crisis (que aún dura, pese a lo que digan), es el uso de las conocidas Noches Blancas o en Blanco, que suena a pescado de hospital, no obstante, en este caso, sí que alabo el gusto al invento, pues consiste como dice el propio nombre, que una vez, tras la caída del sol, o al atardecer, y hasta altas horas de la madrugada, se abren muchos establecimientos y sobre todo, muchos monumentos que son difíciles de ver en otras circunstancias, y que además sirve para conocer la propia localidad, así como las vecinas. 

 En fin, queda claro, que como la vida en general, está cada vez más dirigida por políticos y empresarios, cuando el arte de la administración pública se convierte en un mero hecho similar a lo que ocurre en las dictaduras, aunque sólo algunas tiene un fin realmente político (sobre todo en comunidades autónomas con gobiernos nacionalistas), por lo general, se trata de sacar tajada todo aquel que pueda en el caso de la hostelería y las tiendas, y de mucho figureo, postureo y autobombo por parte de los políticos y autoridades, que encuentran así, mucho de sus quince minutos de gloria. Adiós a las manifestaciones populares, las fiestas son las que digan desde arriba, no las que el pueblo considere, minimizan y ponen trabas a las fiestas tradicionales en favor de las suyas. En fin, todos los pueblos y ciudades iguales, con las mismas tiendas, mismas fiestas, y ninguna particularidad, en una España gris, de plazas duras, y mismas academias de inglés para el B2 en cada esquina.