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viernes, 3 de agosto de 2012

La muerte a pellizcos

 De entre todas las inquisiciones que hubo en el mundo, y dicho sea de paso, la española no fue la peor, sino la que más duró, no sé si hubo alguna que inventó aquello de la muerte a pellizcos. Si así fuera, sería una de las torturas más agónicas de las existentes. De todos modos, en Cádiz se dice mucho eso de la muerte a pellizcos cuando algo es lento, con un final fatídico asegurado y sin remedio alguno. El ejemplo más claro es el de la economía española, para que me entiendan, tanto rollo, tantos recortes, para que al final nos vayamos a la mierda igualmente. Es eso lo que aquí se le llama la muerte a pellizcos. No se crean que la expresión viene de antiguo, sino que debe de tener, todo lo más, medio siglo, sin embargo, no hubo una tan correcta para remarcar una situación. 

 Yo creo que todo hijo de vecino ha vivido alguna vez una situación, que por mucho que uno haya intentado evitar un mal final, por narices, éste ocurre. Y como siempre, de un modo todavía peor al que pensabas. La respuesta es sencilla: Murphy siempre gana. A perro flaco todo son pulgas y a siempre los mismos nos crecen los enanos si montamos un circo. Todas éstas expresiones son buenas para especificar una serie de circunstancias en las que al final todo sale mal. Aquel curso en el que suspendes aquella asignatura después meses de tortura y estudios, pero que lo veías venir. Aquel objeto uniforme o no que tiende a caerse, y por mucho que te quedes mirando, o intentes frenarlo, al final, se cae, del peor modo, y rompiéndose a trozos. Aquel objeto que siempre llevas encima "para que no se pierda", y acaba perdiéndose. Esa situación con el agua al cuello en el trabajo, en la que por mucho que te esfuerzas, al final, siempre te acaban largando. Aquella competición deportiva, en el que vas primero, y te das cuenta de que te alcanzan, y por mucho que hagas, al final, todo lo más quedas segundo. Todas estas circunstancias tienen en común el hecho de saber de que de algún modo u otro, la vas a fastidiar del modo más tonto. Y lo peor, es la cara de tonto que se te queda, y la sensación de que podías haber hecho algo más...o haberlo hecho antes. Porque sí, en éstos casos, todas las soluciones llegan tarde. Ejemplo: España tenía que haber hecho recortes hace cuatro años, según los economistas, pero ahora que los hace, llegan tarde, y no sirven de nada. De hecho, son hasta peores que los que hubiera hecho cuatro años antes.

 Así pues, y en vista, de que en ocasiones el destino parece estar escrito para algunos, lo mejor es tomárselo con filosofía, pasar tres kilos de todo, y sobre todo, no esforzarse. Ni cabrearse. Porque al final, si tiene solución, ya llegará cuando menos te lo esperes. Si ésta es fácil, sabrás solucionar todo sin problemas. Pero sino hay remedio posible, ¿para que enfadarse?, es mejor verlas venir, situarse en primera fila, o esconderse, según opción personal, porque para tener la misma mierda, más vale tomárselo con calma. Por último, un consejo de Homer Simpson: "Hijos os habéis esforzado, ¿y para qué?, para hacer el ridículo. La moraleja es: no os esforcéis".


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