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sábado, 15 de septiembre de 2012

Los indios cabreados

 En mi tierra, cuando dejas de fumar, o al menos dejas de comprar, y uno se lanza sobre un pobre transeúnte (que normalmente suele ser un compañero de trabajo, amigo o familiar) para pedirle un cigarro, fuego y hasta los pulmones para echar una calada; y uno dice aquello de:

 - Tío, estás como los indios cabreados (no compartes la pipa de la paz).

 De ese modo, se sangra un cigarro de modo curioso, y hasta simpático...hasta que, evidentemente, han llegado, al mismo, siete con la misma historia. Entonces, el colega de turno también deja de comprar. Y empieza a decir aquello de los indios cabreados. Es el círculo de la vida. Sobre los sangradores de tabaco hay todo un mundo apasionante que ahora se empieza a descubrir, a la par que aquel de las profundidades y abismos del océano. No obstante, quiero decir que antes descubriremos algún microbio con vida propia en Marte o Europa (satélite de Júpiter) que saber que es lo que motiva al aprovechado de turno para sacar los cigarros ajenos, y lograr que todos los días todo el mundo trague. Aunque hay veces, que Toro Sentado mande a tomar Fanta al General Custer. Pero está claro, que por cada cuatro que aleguen motivaciones económicas, hay diez que lo hacen por simple placer de joder al personal.

 Hay muchos tipos de vampiros del tabaco, pero curiosamente, la ciencia no los ha estudiado a fondo, tal vez por falta de presupuestos. Porque su centro de estudio, probablemente, se encontraría en España, país del sangrador de tabaco por excelencia. No hay estación de autobuses o de trenes donde no hayan cuatro tíos sangrando cigarros a diestro y siniestro. Ni "corteinglés", con sus empleados fumando como rinocerontes en celo, en la puerta de salida de los empleados, cuya estampa se completa con un cenicero a rebosar. Otros sitios indicados para observar a la fauna echadora de humo, se encuentra, como no, en la puerta de cualquier oficina llena de administrativos, los cuales, se toman un café de máquina, y siete cigarros a lo largo de la mañana. También las puertas de los colegios e institutos es un lugar indicado donde sangrar, pues los estresados profesores aprovechan, en muchas ocasiones, las guardias que debieran hacer en los pasillos del centro para ir a fumar. Luego ocurre lo que ocurre, y si pillas a Jaimito fumando porros en los aseos, no es cuestión de afeárselo, porque ellos tampoco estaban donde debieran.

 Pero para historia curiosa de fumadores, la que me contó un amigo heavy de Úbeda, quien compartía con su paisano y tocayo, Joaquín Sabina, su forma de vivir. Coincidimos en Huelva, en la Universidad, y según contaba, que una tarde de sábado que fue a pillar (a comprar grifa), pues la residencia de estudiantes se había quedado vacía el fin de semana, ya que el resto éramos de zonas cercanas y los viernes íbamos para casa; entonces, el muchacho para entretenerse se le ocurrió comprar el hachís donde le había recomendado otro heavy de Sevilla Este (éste que fumaba más que respiraba), era en un piso de un barrio de lo peor de la ciudad. Sea como fuere, allá que iba el ubetense a meterse en la boca del lobo: entró en el patio de un bloque de piso, éste era un enorme solar con asfalto suelto, casi gravoso; allí había varias caravanas, llamó a una y le contestaron: ¡lárgate que estoy follando!. Pero el heavy no se desanimó, y sabía que dentro de los mismo bloques había una opción B a la que atenerse. Subió por unas escaleras típicas de barrio viejo de los años 50, y en uno de esos pisos, había un enorme gitano, gordo, con un chándal del Real Madrid, cuya chaqueta estaba abierta por la mitad, para mayor lucimiento de su barriga, pelos del pecho y medallón del Rocío, pues no llevaba camiseta alguna; le acompañaba un enorme mostacho a lo Vercingetorix. Éste le invitó a pasar, y en el interior de un piso había un caterva enorme de chiquillos que no pasarían de los doce años, y que se dedicaban al negocio. Y a ellos le compró la mercancía, pero justo antes de irse, el gitano le pregunta si tiene un cigarro, a lo que el pardillo le ofrece uno, entonces, como las ranas croan en una charca, cada niño empezó a pedirle uno. Así que el heavy se quedó con dos o tres sólo para echar el fin de semana, ya con los estancos cerrados, y sin cambio alguno pues se lo había gastado en la grifa (convenía llevar lo justo para que no te mangaran). Así pues, llegado el domingo por la noche, el ubetense heavy, amante de todo lo gaditano, y que se quedó con la expresión mencionada, me llega y me suelta lo de los indios cuando todavía no había soltado la maleta, contarme la historia que ahora les cuento, y de paso, yo, poder mandarlo a la mierda por quedarse sin tabaco por gilipollas.

 En fin, para evitar enrollarme más, y hacer más larga una entrada, que no da para más, haré como de costumbre, y dividiré el mundo en dos. Y es que hay dos clases de fumadores: los quemados por la vida, que son aquellos, que fuman rápidamente, con la cabeza gacha y sin hablar con nadie. Y los administrativos, que pueden ser cualquier persona, y que tardan una barbaridad en terminarse un cigarro, pues junto a él, hay una enorme masa de gente con su tertulia incluida, de más de media hora. Por cierto, ya que estamos: ¿no tendrán un cigarro por ahí?.


 PD:  Hablando de humo, como los indios están tanto el Gobierno Central, como la Generalitat de Cataluña, para ver quien lanza más humo, tal vez, haya mucho que esconder con los nuevos recortes. ¿Ustedes que creen?


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