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sábado, 1 de septiembre de 2012

Errar es humano...pero echarle la culpa a otro más.

 El título de la presente entrada no es una invención mía, tanto el dicho, que es de Murphy, como el hecho, son tan antiguos, al menos, que se sepa, desde que el austrolopithecus bajó por primera vez del árbol. Imagino que entre gorilas y chimpancés pasará lo mismo, siempre habrá un "hijoputa" que le eche la culpa a otro que pasaba por allí, y que no tenía nada que ver con el tema. Lo peor del asunto, es la cara de haba que se te queda, y tener que pasar por el aro por narices, porque sino se arma la III Guerra Mundial en el contexto en el que te halles. Y como soy de los que dividen el mundo en dos, diré como siempre, que hay dos clases de gilipollas en el mundo: los que siempre ceden y los que siempre tienen que llevar la razón por...en fin, ya me entienden. Lo que me fastidia es el hecho de que los españoles no hayamos aprendido jamás que narices es una duda razonable, y tras treinta y pico años de democracia, todavía sigamos sin saberlo. No es que uno, por ejemplo, haya podido errar, que es posible, sino que se de por hecho, directamente; porque los otros son muy listos todos y nunca se van a equivocar...pero luego, cuando el acierto es tuyo, en cambio, es que hemos acertado todos. Pues que quieren que les diga, llamenme tozudo, me da igual, ya tengo la fama, pero es que no pienso ceder nunca ante la prepotencia de nadie; me da igual como se llame. 

 Es de cajón de madera de pino cembro que siempre que aquellos que llevan la "razón" son aquellos que pertenecen a un grupo cojonudo, en el que todos son muy listos, y donde todos te quieren más que tu propio padre; pero cuando hay que pedir favores suena el cri-cri de los grillos, y un cardo corredor (típico matorral que sale rodando en las películas del oeste antes de un duelo) atraviesa la sala donde te encuentres. Entonces es cuando dejamos de ser cojonudos, y si encima les dice que se vayan por donde han entrado, resulta que tienes muy malas pulgas. El fallo de turno, que otro patoso puede haber cometido, te lo comes guisado con una guarnición del Taco Bell, con salsa picante y todo, si se desea. Y sinceramente, no se si es mi carácter, que cada vez va a peor, o es que la gente, cada es más gilipollas, con la posibilidad de que ambas hipótesis puedan resultar correctas. Va a resultar, al final, que lo mejor es que cuantas menos cosas sepas hacer mejor, en el caso de que seas el típico cenutrio, al que nunca le van a dar una medalla, que siempre se va a llevar el más gracioso del lugar. Ese que, aunque se tire un eructo, le van a dar una palmadita en la espalda, porque "tiene todo el arte del mundo", y por supuesto, cuando un día se digna a doblar el espinazo, todo el mundo se lo aplaude; cuando tú llevas años haciéndolo sin que nadie te diga nada, salvo cuando te has equivocado. Y es que como decía mi madre, no hay nada peor que tener al tonto del pueblo al lado, porque si se equivoca él, la culpa es tuya, porque tú eras el listo, y debías cargar con la responsabilidad. No es cuestión de simple orgullo, pues en efecto, yo puedo equivocarme, pero hay una diferencia, yo lo reconozco. Y si alguien ha cometido la metedura del pata del siglo, a no ser que sea clamoroso, entonces aplico la duda razonable. Pero casi nunca afirmo de lo que no estoy seguro.

 El caso es que uno se decepciona, en cierta medida, con la educación recibida, pues elegir el camino correcto siempre, es elegir una senda que lleva muchos obstáculos que te van a hacer la puñeta una y otra vez. Era más cómodo haber cogido el camino del vividor de turno, aquel por el que nadie da dos pesetas  (digo bien, pesetas, porque al euro le quedan cuatro respiros), pero que al final, siempre sale adelante, a pesar de las sonrisas de superioridad de aquellos que se creyeron más listos que él. Pero que en el fondo, saben, a ciencia cierta, que mientras ellos se han esforzado para conseguir lo que querían, el "tonto listo" no ha hecho ni el huevo, y conseguido llegar, al menos, donde quería, e incluso más.


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