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sábado, 19 de enero de 2013

El alma de la fiesta

  Ahora que llegan los carnavales, y empalmamos los pestiños con los polvorones, es hora de plantearse con quien vamos a pasar las fiestas del desmadre por excelencia. Y es que elegir a los toñazos de turno para acabar en el fondo de una discoteca viendo a todo hijo de vecino pasárselo bien, mientras tú, permaneces moviendo el cuerpo de un lado a otro en plan insecto palo en actitud de baile-cortejo en el National Geographics, no es la opción más alentadora. Hay que decir que la experiencia me ha demostrado que cualquier sitio es un lugar digno para pasarlo bien, por ejemplo, en el banco de una plazoleta con una cerveza y unas pipas. A fin de cuentas, de eso va el carnaval, de pasarlo bien por la calle, aunque actualmente, sea uno de los botellones más grandes, y con más gente disfrazada, de las tierra patria.
 
 Pero volvamos a nuestra circunstancia habitual, sigues en el fondo de la discoteca, las caras de tus amigos son un poema, todos se mueven como tú: para un lado y para otro. Es sus fauces se adivinan, pese a la oscuridad, un bostezo tras otro, y una amplia expresión de aburrimiento. Entonces, tomas aquella decisión que piensas, tenías que haber tomado antes, irte de la discoteca para casa, sin haber mojado esa noche, y mandar a tus amigos a tomar por culo para juntarte con cualquier grupo de viejetes, con los cuales, seguro te lo vas a pasar mejor. Al menos, seguro que hablan, aunque sea, de los programas de salud de las mañanas en los distintos canales de televisión. Antes de seguir, hay que aclarar que yo siempre fuí de bares, me gustan las buenas conversaciones apoyado en una barra. En fin, te vas, y todo el mundo muestra una aparente indiferencia, tienen tanto sueño que se irían antes que tú, pero el orgullo no les deja, se marcharán diez minutos más tarde. Otros, te miran con cara de superioridad, y pensando hacia sus adentros: que aburrido es el colega que se va. Pero en el fondo, él también sabe que a esas horas, ya poco va a lograr, y que es mejor irse para casa.
 
 Se preguntarán porqué les cuento todo éste rollo, pues por la pregunta que les voy a hacer: ¿A quién no le ha pasado ésto que voy a contar?. Seguro, que tras la esplendorosa noche anteriormente mencionada, uno queda al día siguiente para cambiar impresiones de la intensa velada vivida. Y seguro que más de alguno dirá, eso me ha pasado a mí, cuando les cuente, lo que los amigos de turno te narrarán: una vez que te fuiste, todos se lo pasaron de maravilla. "Llegó fulanito, y nos lo pasamos tremendo, luego pasó que toda la discoteca se puso a bailar la conga (cuando todo dios estaba ya desfasado y medio cayéndose de la borrachera), menganito se puso a bailar y todos le rodearon animándole, Juanito ligó con aquella piba a la que todos querían pillarse, pero junto a ella se acercaron ocho más que estaban a cual mejores; en fín, todo de escándalo, y tú como un gilipollas en casa durmiendo. Te tenías que haber quedado un rato más."
 
 Que casualidad, piensas, así un sábado tras otro, y tú que nunca pilla los momentos divertidos. Y si ese día te quedas de jartible hasta las siete para comprobar, resulta que inexplicablemente, esa noche no aparecieron las distintas almas de la fiesta, y que la única que te quedaste, fue un rollo. Ese día la sonrisa de superioridad, y sarcástica es la mía. No hay nada peor que el autoengaño para detectar a un fracasado. Menudo cabrón estoy hecho. Un saludo a todos.

 












 

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