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viernes, 8 de febrero de 2013

La plaga

 Suena a película de ciencia ficción, pero no, es la más cruda de las realidades, ha llegado la plaga que los creadores de Resident Evil siempre soñaron. Una pandemia que vuelve carajote a miles de personas por minuto, y los "zombifican" hasta límites insospechados. Es como una secta: un nuevo gasto monetario para los que caen, pero que, en realidad, carece de toda utilidad práctica. Pero lo peor del asunto, es que pese a que me estoy despachando bien, yo también tendré un atontador de los que les voy a hablar, porque llegará el día que haya que tenerlo por narices. Es la economía de consumo, llevado al extremo, que logra que compres aquello que no necesitas. Les hablo del maldito WhatsApp.
 
 El alto índice de mala educación española sube por momentos (al igual que la cantidad de chorizos que tienen cuentas en Suiza), por culpa de la dichosa aplicación de los cojones, que vuelve medio lelos a todo aquel que lo tiene. Y es que estoy hasta las narices de hablar con cualquiera y que el movil de turno esté siempre sonando; eso por no hablar del típico tonto del haba que se pasa el día enganchado al celular, y que ni trabaja, ni habla, ni nada. Pero lo peor es que muchas veces son tios como trinquetes, que tienen más años que la esquina de la calle Palos, y que caen más bajo que los adolescentes. Muchos son padres, madres, llevan años trabajando, están casados, y están tan absortos como cualquier crío en la edad del pavo. Interesante es ver la cara de carajotes que todos ponen cuando están con el aparatito de los huevos, la misma que un embobado, con la boca abierta y la babilla colgando. Y mientras tanto, en cualquier comida, trabajo, metro, tren, bus, etc. no para de sonar todo el rato el tradicional "piticlín, piticlín". Hasta aburrirte, y en tus pensamientos pasa una y otra vez, quitarle el móvil al colega, y hacer como hacía Zubizarreta con los saques de puerta: envíar el dichoso aparato de una patada a hacer puñetas.
 
 No quiero parecer contrario a las tecnologías, que me gustan; pero he de dejar claro una cosa, éste es uno de esos inventos que me huelen a bacalada de las compañías telefónicas para que gastemos más, por narices. Y no me da la gana. Se que muchos me dirán que es gratis. Pero no es cierto, lo estás pagando, como una tarifa plana, pero se paga. Y además, más caro que cualquier mínimo de tarifa sin que lo tuvieras. Como al menos, diez euros más. Que prefiero gastarme en un plato de jamón. Y es que como dice ciertos grandes almacenes (de tecnología precisamente) en sus anuncios, pero trasladado al gaditano: Yo no soy carajote.
 

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