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lunes, 13 de octubre de 2014

El gran hermano yugoslavo.

  Que la política española ha tendido cada vez más a los extremos de cada espectro, creo que es como decir que hoy llueve. Nada nuevo bajo el sol. La crisis, y los malos gobernantes, personalizado, especialmente en Zapatero, quien antes de la aparición de los malos tiempos, ya se encargó concienzudamente en dividir a los españoles, en vez de en unirlos, han logrado (juntos) lo que en la anterior dictadura: que nadie pueda opinar libremente, sin jugársela. Gracias a su nefasto gobierno (que ojo, Rajoy puede que haya superado, y por goleada), quedó la herencia envenenada de un nacionalismo catalán ciclado de esteroides, cuando, realmente todo andaba tranquilo. Pero el boom de estatutos, era más necesario (entiéndase la ironía) que la industrialización de las zonas deprimidas. Ponga un estatuto en su vida, fue el lema. Un estatuto autonómico es la solución a todos sus problemas. Y entonces, todos vimos como natural, como mierdas semejantes, con más artículos que la propia Constitución del 78, se creaban en todas las taifas de Alí Babá que tenemos, y se ratificaban en seguidos referéndums con un 25 % de participación o similares. Y de aquellos polvos, estos lodos.

  Pero no somos los únicos gilipollas, ahí está el primer ministro Cameron, que se la ha jugado (y todos nosotros también) con Escocia. Pero si hay un referente claro es el de Yugoslavia, que dio, incluso, nombre, a este fenómeno del nacionalismo agresivo: el de Balcanización. Todos sabemos lo que ocurrió en este país, que era de los que más potencial tenía en Europa. Pero también es verdad, que todos los demás europeos vemos como muy lejano, una posibilidad como la yugoslava, y que además, los vemos distintos, más "salvajes y atrasados" que nosotros. Cuando la realidad, es que no se diferencian, ni se diferenciaban, de ninguno del resto de europeos. Son como todos nosotros, ni más ni menos. Pero cayeron antes, en el fenómeno del nacionalismo agresivo, y como respuesta errónea, el gobierno de Belgrado dio alas a las milicias paramilitares (un fallo similar al de nuestro gobierno de la II República). El fenómeno, no era nuevo: las dos regiones más ricas e industrializadas, Croacia y Eslovenia, se querían independizar porque sencillamente, no querían ayudar a las regiones más pobres y agrícolas, Serbia y Bosnia. Simplemente, se creyeron mejore que las demás, ¿Les suena de algo?. Todo ocurrió en la crisis de las economías emergentes de la década de los noventa. Del resto, creo que me lo puedo ahorrar el contarlo, porque ya lo sabemos todos. Odio, matanzas, hambrunas, etc. Todo, entre vecinos que hacía años se llevaban igual de bien que nosotros.

  Lo nuevo viene ahora, después de tantas matanzas, y barbarie, resulta, que las mismas repúblicas quieren formar parte de la Unión Europea, porque juntos somos más fuertes. Y lo que es peor, dentro de la juventud de la antigua Yugoslavia, se añora un pasado común. Todos creen que el nacionalismo existente, cuando menos ha sido, y es, asfixiante, y que tener fronteras cada dos kilómetros, es un auténtico atraso. Cuando hoy día, de Portugal a Polonia, uno puede pasar libremente, sin parar en ninguna valla. Fiel reflejo de lo que les cuento, es lo ocurrido con un realty show, similar al Gran Hermano, en el que uno o dos ciudadanos de cada república, compartían hogar, siendo muy seguido por la audiencia de los distintos países. Y es que la nostalgia de tiempos mejores, se ha hecho presente, entre todos aquellos, que se han dado cuenta, de cuanto disparate, pueden lograr, hacer presente, tanto mal político.





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