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domingo, 5 de octubre de 2014

Gorrilla que te pilla...

  Los políticos y empresarios que rigen los destinos, más bien inciertos, de nuestra noble y antigua nación española, basan gran parte de sus esperanzas en prosperar en el turismo como principal industria para nuestra economía. O lo que es lo mismo, esperar a la próxima burbuja inmobiliaria para llenar más espacios de costa de hoteles que cierran seis meses al año...gran desarrollo el nuestro (sic). Grandes las inversiones en I+D+I en cocina con soplete y taladro, como en el Bulli o Masterchef. Grandes las esperanzas de una economía productiva, que cree y logre algo, aparte de servir mojitos a pijos europeos a pie de playa o en campitos de golf. ¿Dónde quedó la espiocha?

 Pero no se crean que somos tan tontos que incluso el turismo puede caer en saco roto; de hecho, nos hemos salvado gracias (o desgracias, según se mire) a las revoluciones árabes que han logrado que ningún turista se fíe de un país musulmán a la hora de hacer turismo. Pero ahora les voy a hacer una pregunta: Como turistas dentro de su propio país, ¿no ha habido algún elemento que te ha dado por saco en algún viaje, y te ha fastidiado parte del mismo?. En España somos especialistas en ello, miren sino: gitanas con el puto romerito, mendigos que se dedican a achantar guiris (y no guiris) en las terrazas de los bares (La Vega de Jerez es un lugar propicio, con la Policia Local haciendo caso omiso), zonas azules en los centros de las ciudades, y sobre todo, algo que ha prosperado tanto, que debiera ser motivo de preocupación, los gorrillas en los aparcamientos de las playas. Los cuales tienen su lógica en bolsas de aparcamientos que se llenan a reventar, y hay que organizarlas para que no se cierren salidas. Pero no en lugares semisalvajes, donde van cuatro coches, y va a haber sitios de sobra, como en las calitas de Conil. (Donde el puto gorrilla lo único que hace es pedirte el euro, de malas maneras, y con el riesgo de joderte el coche si no se lo das...Eso sí, con el beneplácito del ayuntamiento local de turno).

 Antes, cuando había periodo de crisis, uno podía escoger en verano el plan barato de ir a la playa con la comida de casa, y no gastarte, apenas, un duro. Ahora da igual, vayas a la playa que vayas, aunque sea una perdida en el fondo del saco de Alhucemas o Chafarinas, ahí habrá un gorrilla, para darle su puto euro (que no olvidemos, son casi doscientas pesetas). Ahora, cada día de playa, te supone el euro de peaje, o de impuesto revolucionario, que para colmo del bastinaso, no es para el gorrilla en sí, sino que éste gana una parte proporcional, y luego, el resto para el ayuntamiento. Porque al parecer, a ninguno les llega con los impuestos, zonas azules, etc. Y después nos enteramos, que todo el dinero va para putas, amiguetes, grandes almuerzos, casetas de feria, y demás. Mientras los socavones seguirán jodiendo nuestras ruedas, y para todo lo que les exigimos como ciudadanos, nos dirán, que no hay dinero, sólo deuda. Manda cojones.


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