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sábado, 28 de abril de 2012

Una visita guiada...

 Entre los personajes más odiosos de éste mundo se encuentra un espécimen cuya idiosincrasia es vilipendiada por todos, pero que a la postre, mucha gente gusta de copiar. Me refiero al pedante de turno; ese jartible que da por saco corrigendo a todo hijo de vecino, ese que va tan estirado que cualquier día le cruje la columna y que tiene que opinar siempre para no parecer tonto del haba, algo que seguramente es. Sujetos de éste tipo abundan en nuestro país, pues nuestra nación gusta de unas buenas palabras rebuscadas más que el comer. Es aquello que denomino  "Gongorismo" (no confundir con la corriente literata que le siguió). Es decir, el síndrome de Góngora, que era un poeta cordobés del Siglo de Oro, enemigo acérrimo de Quevedo, y que tenía una poesía tan complicada que ni los más eruditos de la literatura se ponen de acuerdo que coño quiere expresar. Pues dicho poeta solía meter con calzador algunos "palabros" que o bien no sabía muy bien que significaba, o directamente, no venían ni a cuento. Pero quedaban de lujo. Lo gracioso del asunto es que en el siglo XVII sabían leer tres monjes...y poco más. Pero aún hoy día, sigue siendo un clásico de los libros de literatura española, y ha pasado a la posteridad por ser el enemigo de Quevedo, ese que le dedicó la famosa burla de "Erase un hombre a una nariz pegado...". Y por Polifemo y Galatea. Él creo la corriente del Gongorismo (ésta vez, la verdadera) o cultismo. 

 Parece increíble que haya estudios sobre la forma de escribir y expresarse de la gente culta e ilustrada. Y es que hay personas que estudian cualquier cosa. Éstos exponen, digámoslo de modo muy resumido, dos corrientes: una primera, que consiste en saber explicar de modo muy sencillo algo que es muy complicado, sin caer con ello en la vulgaridad, de modo que el mensaje le llegue al mayor número de receptores posibles; es éste un método, que mayormente, se emplea en países angloparlantes. La segunda corriente, es aquella del típico profesor de universidad, que va a clase a demostrar lo que sabe, en vez explicar algo bien alguna vez en su vida; es la clásica que adoptan los cuatro chulos que van de intelectuales por la vida; y es la corriente más común en el resto de países, sobre todo España y Francia, que son los países más pedantes de la tierra. De hecho nosotros los españoles, hay que decirlo, somos una versión antipática de los italianos. Pero también hay que decir que hay, todavía, trabajos que tienen una mayor concentración de soplagaitas que van de enterados que la de los profesores de universidad; entre ellos están los políticos, que tienden a reliar el idioma como si de una manta se tratara, con tal de hablar mucho y no decir nada. Y sobre todo, la palma para mí, se la llevan los abogados, un gremio lleno de "listos" que tienen que demostrar lo que saben hablando una y otra vez de leyes, pronunciándolas en latín a ser posible, para que nos enteremos todos de lo que saben, como si nos importara un huevo. No obstante, el lugar perfecto para cazar a un pedante es, sin duda, una visita guiada a cualquier lugar: un monumento, un museo, un castillo, etc. Pruebe y verás, si te haces la misma ruta cinco veces en el mismo día, me apuesto una mariscada a que logras "coger" al menos diez pedantes que se dedican a dar por saco al guía de turno. Haciendo preguntas de lo más raro del mundo, para así poder dejar "pescando" a quien da las explicaciones, demostrar que sabe más que el botarate que da la exposición (normalmente un chaval que se busca la vida), y asimismo poder regodearse delante de todo el mundo. Si eso no le basta, también le dará explicaciones a su acompañante o al pringado de turno que esté a su lado. Y siempre dirá por lo bajini, pero con un volumen suficientemente alto para que todos se enteren, aquello de: "lo que dice el guía está mal, en realidad es... Por eso, creo que nunca me ha dado por estudiar la carrera de Turismo. Porque paso de aguantar a una multitud de gilipollas (7 de cada 10 en un grupo) que tienen por necesidad, competir los unos con los otros, para ver quien es más listo, y a la vez, quien es más tonto. Porque eso es lo que demuestran. 

  Por último tengo que decir que hay otro espécimen que me ha venido ahora al final de la entrada a la mente. Es aquel pedante de capacidad intelectual mediocre, que de la noche a la mañana pasa de no leer el teleprograma a devorar cuatro libros de Nietzsche, y que ahora resulta que va de revolucionario, intelectual e izquierdoso supertolerante para con los suyos, pero no con los demás. Pero que no se ofenda nadie, tampoco me gustan aquellos borregos que defienden el neoliberalismo con lecciones magistrales de economía como si fuera lo único que debe prevalecer. Ni aquellos capillitas, medio seminaristas, que se dedican a pregonar en cuarto ajeno sin barrer el suyo, y de paso, chupar un poco de gloria personal. Y visto lo visto en mi entrada, mejor lo dejo ya, y me voy a la cama, porque sino no termino. Y es que el apodo de "pitufo gruñón" me viene por algo. Porque el mundo está lleno de gilipollas, que pretenden hacernos saber que ellos son capaces de arreglar nuestro planeta como si los demás no tuviéramos ni puta idea. Y si éstos volaran, desde luego les digo, que no veríamos el sol.

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