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sábado, 5 de octubre de 2013

La mesa apolillada

 Yo soy una víctima más, lo confieso, de la mierda de mercado laboral que hay en España, y más concreto en Cádiz, inhumano, caciquista e hipócrita, a más no poder. Lleno de farsantes, vividores y de gente que en otro país estarían vendiendo coches de segunda mano en una explanada terriza con un pequeño contenedor, cutre, que haría las veces de oficina. Pero aquí no, aquí hay coaching, cazatalentos (o eso dicen unos y otros...vividores), entrevistadores de todo cuño, orientadores que no orientan,  muchos planes de industrialización que van a mariscadas, y por supuesto, oficinas de empleo que, siento decirlo, directamente, no sirven para nada. 

 Por eso sorprende, cuando a uno le cae la lotería de tener un trabajo, estable o no, el hecho de que en un centro laboral se vaya a eso, al trabajo...pero no a trabajar. Que gente que tiene fijo, o no, un puesto en algún lugar, se pase las horas muertas fumando y charlando en los exteriores, tarde un siglo en desayunar, se pase el día hablando con el de al lado, salga cada dos por tres a comprar o a hacer cualquier chorrada, o que directamente se ausente en su puesto porque le duele una oreja. Luego, sobra decir, que ni se cumplen plazos ni objetivos. Después cuando se les manda trabajar por un día, se desperezan y empiezan a protestar: que esto no lo tenía que hacer y/o, que la competencia es de fulanito, ahora lo hago, un momentito que ahora vengo...Así es el ritmo de trabajo de muchos sitios donde hay enchufados de la administración, donde hay funcionarios, o en algunas grandes industrias gremiales con fuerte presencia de los sindicatos mayoritarios, como son los astilleros o la antigua fábrica de Delphi; siento ser antipopular, pero en ambos lugares se buscaron su propia ruina.

 El problema de un sitio así, es que no hay más solución que hacer una buena purga, y eliminar del cesto a la cantidad ingente de manzanas podridas que contagian al resto con su mediocridad. Pero el quid de la cuestión es, que eso se podría hacer en la empresa privada, pero en la pública la solución pasa por ser imposible. Es lo que yo llamo la teoría de la "mesa apolillada". Las polillas son unos bichos que se dedican a joder muebles de buena madera. Una vez que se detectan, el tiesto en cuestión es para tirarlo a la basura, poca solución hay. En los centros de trabajo pasa exactamente lo mismo, una vez que se ha jodido el centro de trabajo con la desgana, más vale echar el cierre, porque el resto es una lenta agonía, hasta que se confirma lo que se veía venir desde hacía tiempo. Para terminar echándole la culpa a los moros o a los chinos por trabajar barato, y a los americanos o alemanes de turno, por deslocalizar las fábricas. No me acusen de antipopular, pues en estos sitios trabaja uno, que es el gilipollas, y miran cinco.

  Pero pienselo bien, porque tras el cierre de la fábrica, llegará el alcalde y su solución turística de campos de golf y hotelitos, y se acabaron los fines de semana, la estabilidad, las pagas extras y los buenos sueldos. Llegarán  (en Cádiz ya llegó) los trabajos temporales, los malos sueldos, y los jefes negreros y explotadores. Para luego terminar echando la culpa a los políticos, a la conspiración judeomasónica, y por último, al destino, que es muy cruel con mi persona. Que malo es el mundo...



 

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