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domingo, 16 de junio de 2013

De bache en bache...

 No se asusten, no me pasa nada. Sólo que mis dos padres son originarios de Cádiz capital y me han pegado algo de su vocablo. Concretamente, en la Tacita de Plata, bache es lo que en San Fernando es un güichi, y tascón o antro, en el resto del país. Lo de bache en bache, es ir de antro en antro. Ahora que ha salido el anuncio de Coca Cola me ha surgido la idea de escribir sobre los mejores sitios del mundo.

 Ese bar, donde sólo hay cuatro mesas y cuatro sillas, que son con patas y posabrazos de hierro, y tanto el asiento como el respaldo de skay beige o negro, con enormes agujeros o rajas donde la espuma interior se asoma. Es el bar, donde todavía hay futbolines, y no imitaciones de Andy Warhol o algo de aire retro. Es ese bar donde no hay carteles fuera, sino unas rejas, y tras ello, un cristal y una puerta mínima, donde parece que uno se mete a escondidas. Es ese bache, donde la barra no es de diseño, no tiene colores rojos o negros, sino que es de ladrillo visto. También admiro a aquellas antiguas barras de bares, tipo cafeterías, con barras color dorado y las esquinas de cuero negro. Eran esos bares donde se podía fumar y beber a gusto. Esos bares, donde uno entraba y todos os conocíais, porque erais tres. Donde llegabas y saludabas al de la barra con ¿que tal tío?, y ya te servía tu cerveza favorita. Con ese camarero, que o bien era tu colega, o bien era un calvo cabrón que te echaba a la hora de cerrar, justo cuando más llovía aquella noche... O que directamente, te daba coba con el whisky de garrafón . Bares donde ponían Triana, Metallica o Pink Floyd entre otros. Bares que te dejaban llevarte el tubo o la jarra de cerveza para la calle cuando hacía calor, y donde las conversaciones en las horas más agradables de la noche se hacían largas hasta la madrugada. Güichis donde las cucarachas tenían un ecosistema puntero para ellas. Bares, precisamente, donde no había mierdas clasistas como los reservados, y sí un póster del Che Guevara. O un escudo del Cádiz, lo que sea. Donde podías ir en calzonas o pantalones cortos, sin afeitar, con tenis o zapatillas. Como te diera la gana. Donde lo más limpio del cuarto de baño era... el techo, y porque nadie llegaba. Con las puertas de los retretes que se encontraban llenas de números de teléfonos, y "frases célebres" como: "Pepito hijoputa" o "Guarra María López la chupa mejor que nadie". Donde la máquina de preservativos estaba reventada porque alguien se la había cargado para llevarse todas las gomitas. Bares donde se discute a grito pelado, con el: "jiiiii, aro joe".

 Pero lo mejor eran los personajes más raros del mundo a los que uno podía conocer, y que parecían sacado de la galería de Jesús Quintero: un camello que mantenía tratos con un químico, un siniestro tio que se ponía a escribir en el fondo, y zona más oscura, del bar. Y que luego, acababa a leches con el irascible de turno. Unos pijos sevillanos medio drogadictos que aparcaron su Audi frente a la puerta del antro y que se dedicaron a fardar de cocaína a todo personal presente...y casi salen trasquilados. El heavy que siempre daba su sagrada opinión de lo que es buena música y lo que no. Un viejo cincuentón, padre de familia, que va a allí a emborracharse porque es el sitio más barato de la ciudad. Cuatro pseudointelectuales que siempre tenían trifulcas políticas... En muchas cosas hemos cambiado a mejor, todo hay que decirlo, pero cuantas tonterías y correcciones políticas de lo que es bonito y de calidad nos la meten por... la cuenta de una cena. Y cállate, que es cocina de autor, no como la cochambre que había antes. Tiempos aquellos en los que nadie iba de nuevo rico, y se conformaba con un Seat Panda y una buena tapita....


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