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sábado, 1 de junio de 2013

Cualquier pasado fue mejor

Toda la vida me ha seguido una fama de pasota, que no sé, si en cierto modo está justificada. Mi tranquilidad es absoluta, y lo cierto es, que no soy de alterarme a menudo, aunque por mi blog parezca lo contrario. Muchas son las que me enfado, pero no lo muestro. Y en cierto modo, he aprendido que la mejor agresividad, es la pasiva. Nunca me ha gustado asociarme a nada, ni a equipos de fútbol, ni a partidos políticos, ni a cofradías, ni a agrupaciones de carnaval, etc. Porque sencillamente, no me da la gana en mis ratos libres seguir a alguien que pretenda ir de líder por la gracia de Dios. Ya bastante hay que tragar en los trabajos, y en esos, no te queda más remedio que tragar sapos del tamaño de ranas toro sino quieres acabar en la cola del paro.

 Sin embargo, uno muchas veces padece de excesos de nostalgia, a pesar de que en muchas cosas he mejorado en calidad de vida, he alcanzado objetivos que ni me planteaba, y me he sorprendido a mi mismo. Pero al igual que a Abderramán III adolecía de una nostalgia compulsiva, la tendencia actual, con el futuro que nos espera es la de pensar que cualquier pasado fue mejor. Todo europeo, sea de la nación que sea, salvo si es alemán, piensa que se vivía mejor en los ochenta y en los noventa, a pesar del riesgo nuclear latente entre las dos megapotencias que tenían al viejo continente como tablero de ajedrez. Pero por aquel entonces, Europa era envidiada por su calidad de vida, su sanidad pública, educación y en un mundo laboral que era más humano que en el resto del orbe. Hoy es el liberalismo, un capitalismo extremo, el que nos ha llevado a la ruina más absoluta. Y la Unión Europea, ha perdido el norte de la manera más absurda. Sólo trece días fue feliz el rey moro, y sólo trece días (no literales) lo fue la Europa del euro.

 Siempre tienes ganas de que llegue el futuro, pero cuando llega, añoras el pasado. Pero ya no hay vuelta atrás. Uno aprende a pasar, como ya dije en el primer párrafo, ya que las cosas sino tienen solución, es mejor no enfadarse. Porque sencillamente, nada se va a arreglar, y el enojo te va a durar para siempre. Y si las tiene solución, ¿para que calentarse la cabeza?, ya se arreglaran las cosas, con trabajo, o con suerte. Espero que sea la segunda opción, sino los niños de hoy verán la misma Europa que vieron nuestros abuelos. Un mundo donde la desolación sea el bien común de una sociedad enferma, en la que el rico, cada vez es más rico, y el pobre cada vez más pobre. ¿Seguro que queremos eso?. Eso, es cosa de todos nosotros, escoger el camino que queremos, el de la nostalgia, o el de la ilusión. Yo me quedo con el segundo. ¿Y ustedes?

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