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sábado, 3 de mayo de 2014

La conspiración judeomasónica

 Lo he vuelto a vivir, y ya van varias veces, es como el Día de la Marmota. Una y otra vez, al cabo de mi vida, me encuentro siempre en la encrucijada de mandar a alguien a la mierda  o tragar miñocas a porrillo. Evidentemente, procuro escoger la primera opción. Perdonen la pregunta, pero, ¿No se han encontrado alguna vez a alguien que crea que todo el mundo está contra él?. Seguramente sí, el pobre en cuestión tiene tan mala suerte en la vida que de todos los trabajos lo echan...por supuesto, porque él decía "sus verdades" a la mano que le daba de comer. Son especialistas en ello. Pero claro, usted pensará, y con razón, que no todos los jefes van a ser unos cabrones. Y lo digo yo, el que más critica a los negreros en un blog. Tampoco el muchacho, o la muchacha, se lleva muy bien con su familia, no se habla con los hermanos, a los suegros los pone vestidos de limpio, a su cónyuge de inútil, y a sus amigos, por los que daba la vida hace semana, ahora resulta que no, que eran unos sinvergüenzas. Y cuando tú vas, y le dices algo que no quiere oír, porque llevas tragándote sapos del tamaño de cocodrilos, desde hace años, para evitar problemas, resulta que ahora el cabrón eres tú. Todos cortados por el mismo patrón. Pobrecillos, el mundo contra ellos...

  Y ahora que recapacito con calma, y no en caliente, es cuando expongo, pues he preferido anotar cada agravio, uno a uno. Y después de apartarme de problemas sin echar nada en cara, es cuando decido publicar esta entrada, porque NO SOY GILIPOLLAS pese al título del blog, y sé por donde van ciertas píldoras que últimamente ciertos sujetos han lanzado contra mí. Tal vez, si me conocen personalmente, ya sabrán de quien o quienes hablo, pero voy a decirlo claro: soy yo, quien me llevo bien con mi familia, política y natural. Al menos, me hablo con mis hermanas, padre, suegra, cuñados de uno y otro lado, mi mujer, mis tíos y tías, y los de mi mujer, mis primos, y los de mi mujer, mis compañeros de trabajo de ahora y los de antes, y con los de mi mujer, los jefes con los que estoy y he estado...¿sigo?. ¿O lo dejo como estamos?, ah, y por supuesto, con mis amigos, que tengo los que necesito, algunos, desde mi infancia, y otros en la lejanía. NINGUNO, y digo claro, ninguno, ha tenido una queja de mí (amigos, no amistades, claro, que es otro concepto a distinguir). Y si en caso contrario me han llegado con alguna puntual, lo hemos arreglado. Sin rencores y con unas cervezas, que para eso hemos sido compañeros de fatigas y juergas. Sin ningún reproche más, porque lo que se perdona, se perdona. No se echa en cara el resto de la vida del prójimo. A muchos de los que me rodean se les puede preguntar sobre mi carácter, no tengo problemas en ello, y un gran porcentaje, les dejará claro que lo auténticamente difícil es enfadarme, que cuando alguien lo logra es porque la gota ya no es que haya colmado un vaso, sino una jarra tamaño XXL de cerveza alemana. 

 Así pues, que quede claro, no soy yo quien tengo amenazas de muerte de nadie, ni quien se inventa excusas chorras para ir por narices al restaurante que me apetece, ni voy a una heladería sabiendo que hay alguien a régimen. No soy yo quien llega tres cuartos de hora tarde a las citas, por costumbre y porque me da la real gana, faltando el respeto a los demás. No soy yo quien por narices he impuesto las horas, más nocturnas y frías, si cabe, cuando una persona ha estado enferma de la garganta; ni desprecio a los andaluces, ni despacho insultos a diestro y siniestro contra el que no está de acuerdo conmigo o no era de mi colegio, idea política o barrio, si se quiere. Ni me invento excusas ni peleas para no ir a alguna fiesta local con unos e ir al día siguiente con otros, ni me voy a salir de una cena familiar con la lengua fuera porque se iban a pelear con no se quién, justo a la hora y en el sitio que habíamos quedado (por supuesto, no había nadie). Siempre nos hemos tenido que adaptar, mi mujer y yo, sin queja alguna. Ni hago que los demás tomen partido por mí, en mis broncas conyugales, ni humillo a mi pareja delante de todos, ni me meto con las ideas políticas de los demás, y por supuesto, no tengo que soportar que le echen en cara a mi mujer que tiene un sueldo fijo. Ni que me hablen de mala manera. Ni tragar como desprecian la licenciatura o el título de idiomas de nadie de mi familia. No eres nadie para dar lecciones de ética, precisamente.

  Que nadie piense que soy rencoroso, y de hecho, el no quedar más con personas conflictivas, lejos de suponerme un enfado, me reconforta, me ha evitado muchos cabreos en los fines de semana, que no están, precisamente, para eso. Simplemente decir que no hay ninguna conspiración judeomasónica contra nadie. A cada uno le devuelve la vida lo que le da, si uno le presenta tormentas, ésta le devolverá tempestades, así de simple. No es ese mi caso, yo vivo plácidamente. Sólo baste decir, que mi mujer y yo, tenemos cuanto necesitamos, y a quienes necesitamos. Ya vale la canasta. No es plan, ninguno, de aguantar a ningún señorito que va de nuevo rico. Fin.

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