Cuesta trabajo
entender la mentalidad española, sin embargo lo resumiré del siguiente
modo: Adán y Eva probaron la manzana del árbol prohibido por no
comprarle a un frutero de Conil que rondaba por la zona, matando así, a
la gallina de los huevos de oro, lo que a la postre le salió más caro.
Nos gusta ir de príncipes del pueblo, pero sin embargo, somos los más
elitistas del mundo, no obstante, los extranjeros piensan, no sin razón,
que somos unos engreídos.
No hay más que mirar una situación, por
ejemplo, en San Fernando, en el Real Teatro de Las Cortes es casi
imposible obtener una entrada, pues enseguida el aforo está completo. Se
le puede achacar que nuestro viejo teatro cómico tiene un tamaño
reducido, sin embargo, lo que es Vox Pópuli es que gran parte de las
entradas son para políticos locales y sus familiares, algo de lo que
todos protestan. Sin embargo, si una de esas entradas va a parar a sus
manos nadie de su entorno protestaría, a pesar de que no ha pagado por
un espectáculo en el que se debe valorar el trabajo, y del que los
políticos deben pagar su entrada, igual que el resto del pueblo al que
se suponen que pertenecen. Pero los españoles somos así, llamamos
clasistas a aquellos que tienen privilegios, pero si después ese
privilegio viene a nosotros, nadie se queja, y se aprovecha de él. La
lista es interminable: palcos de Semana Santa, que no están hechos para
personas mayores, sino para el que pueda pagar más, entradas gratuitas a
teatros, conciertos, exposiciones, cines… O unos quince días de veraneo
en un apartamento a pie de playa, que evidentemente, son legales,
porque los que gobiernan interpretan las leyes a su antojo. Pero claro,
hay que aprovechar esas circunstancias, sin reparar en el daño que
hacemos a nuestra democracia y a nuestra economía, porque sino se
alquilara o comprara aquel chalet o apartamento, los especuladores que
destrozan nuestras costas no verían rentables sus estropicios; sino
cogiéramos esas entradas, palcos o coches oficiales no fomentaríamos que
los políticos son una aristocracia aparte del pueblo. O más común aún,
robar materiales de nuestra oficina, una práctica muy común, desde
luego.
Pero no se puede pedir más de un país en el que
fumar y comer bollos está más penado que una estafa a los
contribuyentes. A fin de cuentas, España, es el único país de la vieja
Europa que inventó un título que no servía para nada, sólo para figurar:
el de Hidalgo. Mientras en el siglo XVII, el país se consumía en la
ruina, los Hidalgos se pudrían entre ratas y cucarachas, pero podían
permitirse el lujo de presumir de tener un blasón en la ruinosa fachada
de su casa, mientras iban de balde a fiestas de la nobleza y vivían de
la sopa boba. Así que en conclusión, diré que en España no es clasista
quien quiere, sino quien puede, muchos ideales del pueblo que luego se
van al garete con un soborno, o siquiera unas migajas de éste. Y así
nos va…
No hay comentarios:
Publicar un comentario