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lunes, 19 de mayo de 2014

País de hidalgos. Domingo 5 de septiembre de 2010, a las 16:05.

 Cuesta trabajo entender la mentalidad española, sin embargo lo resumiré del siguiente modo: Adán y Eva probaron la manzana del árbol prohibido por no comprarle a un frutero de Conil que rondaba por la zona, matando así, a la gallina de los huevos de oro, lo que a la postre le salió más caro. Nos gusta ir de príncipes del pueblo, pero sin embargo, somos los más elitistas del mundo, no obstante, los extranjeros piensan, no sin razón, que somos unos engreídos.  

 No hay más que mirar una situación, por ejemplo, en San Fernando, en el Real Teatro de Las Cortes es casi imposible obtener una entrada, pues enseguida el aforo está completo. Se le puede achacar que nuestro viejo teatro cómico tiene un tamaño reducido, sin embargo, lo que es Vox Pópuli es que gran parte de las entradas son para políticos locales y sus familiares, algo de lo que todos protestan. Sin embargo, si una de esas entradas va a parar a sus manos nadie de su entorno protestaría, a pesar de que no ha pagado por un espectáculo en el que se debe valorar el trabajo, y del que los políticos deben pagar su entrada, igual que el resto del pueblo al que se suponen que pertenecen. Pero los españoles somos así, llamamos clasistas a aquellos que tienen privilegios, pero si después ese privilegio viene a nosotros, nadie se queja, y se aprovecha de él. La lista es interminable: palcos de Semana Santa, que no están hechos para personas mayores, sino para el que pueda pagar más, entradas gratuitas a teatros, conciertos, exposiciones, cines… O unos quince días de veraneo en un apartamento a pie de playa, que evidentemente, son legales, porque los que gobiernan interpretan las leyes a su antojo. Pero claro, hay que aprovechar esas circunstancias, sin reparar en el daño que hacemos a nuestra democracia y a nuestra economía, porque sino se alquilara o comprara aquel chalet o apartamento, los especuladores que destrozan nuestras costas no verían rentables sus estropicios; sino cogiéramos esas entradas, palcos o coches oficiales no fomentaríamos que los políticos son una aristocracia aparte del pueblo. O más común aún, robar materiales de nuestra oficina, una práctica muy común, desde luego.

 Pero no se puede pedir más de un país en el que fumar y comer bollos está más penado que una estafa a los contribuyentes. A fin de cuentas, España, es el único país de la vieja Europa que inventó un título que no servía para nada, sólo para figurar: el de Hidalgo. Mientras en el siglo XVII, el país se consumía en la ruina, los Hidalgos se pudrían entre ratas y cucarachas, pero podían permitirse el lujo de presumir de tener un blasón en la ruinosa fachada de su casa, mientras iban de balde a fiestas de la nobleza y vivían de la sopa boba. Así que en conclusión, diré que en España no es clasista quien quiere, sino quien puede, muchos ideales del pueblo que luego se van al garete con un soborno, o siquiera unas migajas de éste.  Y así nos va…


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